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*Sociedad costarricense impactada por muerte de niño de ocho años hace pocos días
*Búsqueda de alimento provocó que animal atacara en la orilla del río Matina
La muerte y desaparición del cuerpo de un niño de tan solo ocho años atacado por un enorme cocodrilo mientras jugaba, en presencia de su mamá, en las orillas del río Matina, un suceso que conmocionó a la sociedad costarricense y llenó de dolor a una joven familia, ha puesto de nuevo en el tapete el tema del control urgente y oportuno que se puede ejercer sobre especies como la descrita, para evitar tan desgarradores acontecimientos. El pequeño acompañaba a sus padres a pescar en la zona, cuando sobrevino la tragedia.
Según el herpetólogo Alessandro Alviani, quien labora en España para la organización Faunia, “los cocodrilos y caimanes son especialmente peligrosos en el agua, donde muerden a sus presas, las arrastran al fondo y allí las ahogan. Pero también pueden ser sumamente agresivos fuera de ella”. Contrario a lo que muchos piensan, el especialista ha dicho que si el ataque es en tierra, “lo mejor es retroceder despacito hasta 5-6 metros y luego darse la vuelta e irse corriendo. “Tienen mucha velocidad pero en recorridos muy cortos; son muy rápidos durante una distancia de 4-5 metros y luego paran», explicó.
La triste historia no es nueva: en agosto de 2015, algo similar a ocurrió en el patio trasero de una casa ubicada cerca del Parque Nacional Tortuguero, también en la provincia de Limón, cuando la madre de un pequeño de cinco años prácticamente «lo arrancó de las fauces de un cocodrilo». Afortunadamente en ese caso, el niño -quien fue trasladado de emergencia al Hospital de Guápiles- sobrevivió a pesar de las heridas que le causó el reptil semiacuático.
Pero no todas las personas y mucho menos los niños tienen la capacidad de reaccionar inmediatamente, sobre todo si no han notado la cercanía del animal, que se desplaza sin ruido y se esconde hasta justo antes de atacar a su presa. Lamentablemente, en el caso de Matina, los esfuerzos de la progenitora, quien resultó herida, no pudieron impedir la muerte de su hijo.
Los cocodrilos, quienes habitan la Tierra desde hace más de 240 millones de años han ido evolucionando y en nuestros días viven en zonas tropicales como las que tenemos en nuestro país; pertenecen a la familia de los Aurópsidos Arcosaurios y actualmente los encontramos en ríos, humedales y áreas costeras tanto de la vertiente Pacífica como la del Atlántico costarricense.
Es el cocodrilo americano cuyo nombre científico es “Crocodylus acutus”, una especie de gran tamaño -que en estado adulto puede medir más de tres, cuatro y hasta cinco metros de longitud- el que se puede observar en territorio nacional, cada vez en mayor número.
A partir de la expansión urbanística y hotelera que alcanzó un auge en Costa Rica en la década de los noventa y se desarrolló de manera vertiginosa en las zonas cercanas a las costas, ríos y esteros, la interacción entre humanos y cocodrilos se volvió mucho más cercana, aunque en esos años el número de animales era reducido.
No obstante, ya se llevaban a cabo programas de conservación de especies como la descrita, las cuales en el caso de los cocodrilos permitieron que según expertos “se llegara a un punto de equilibrio”.
Aunque el biólogo de la Universidad Nacional (UNA) y pionero en la investigación de cocodrilos en el país, Juan Rafael Bolaños Montero, desmintió en un artículo publicado en 2017, que existiera a esa fecha, sobrepoblación, algunos analistas difieren de sus apreciaciones.
En la publicación, realizada hace 5 años por la Universidad de Costa Rica, Bolaños, fundador de la Asociación de Especialistas en Cocodrilos en Centroamérica y miembro del Grupo de Especialistas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), señaló que “el ser humano es el que se establece en el hábitat de los cocodrilos; se convierte en invasor”.
En esos momentos, de acuerdo con datos de los expertos, el río Tempisque, en Guanacaste, ya contabilizaba alrededor de 10 ejemplares por kilómetro lineal.
Tema candente que se debe atender con urgencia
Varias publicaciones sobre vida silvestre a nivel internacional, son claras al señalar que para evitar la extinción de cocodrilos y preservar su hábitat, es necesario recrear el ambiente adecuado para que el cocodrilo anide y aproveche el sol; llevar a cabo estudios para documentar el tamaño, la actividad, el crecimiento y la supervivencia de la población de cocodrilos y construir estanques para ayudar a proporcionar fuentes de agua más fresca y un hábitat de reproducción para el desarrollo de las crías.
El problema es la disyuntiva que tiene nuestra nación desde hace varios años, entre la expansión de la población de cocodrilos y la del turismo, principal fuente de ingresos para el país.
Entran en juego también actividades tradicionales de las familias -muchas de las cuales no poseen los recursos para vacacionar en complejos turísticos- las cuales incluyen visitas a ríos donde a veces no existen recomendaciones escritas, rotulación o vigilancia adecuada que determine el peligro que acecha a niños y adultos que quieran disfrutar de sus aguas o simplemente almorzar cerca de sus riberas.
Ya en 2016, varios diarios europeos y estadounidenses, dieron cuenta del problema, al informar sobre la presencia de cocodrilos en algunas playas de Costa Rica que redundó en el ataque a un turista estadounidense, un surfista que sufrió graves heridas en su pierna derecha, hecho que obligó a las autoridades del sector turístico del país a pedir la reubicación de esos animales, mientras que los ambientalistas, clamaron por otro tipo de soluciones tales como colocarles tarjetas de rastreo y seguirlos mediante el Sistema de Posicionamiento Global (GPS por sus siglas en inglés) para determinar su ubicación exacta.
Paradójicamente, a pocos días del terrible acontecimiento, el Sistema Nacional de Áreas de Conservación (SINAC) informó de la captura del animal que “supuestamente había atacado al visitante” en playa Tamarindo, un ejemplar de más de 3 metros, que fue trasladado a un centro de protección ubicado también en Guanacaste.
Y es que en los últimos años no se ha hecho público estudio científico alguno que determine si realmente hay o no sobrepoblación de cocodrilos, especie que se fue recuperando a través de las áreas de protección pero que, en parte debido a los cambios climáticos y otros factores asociados, aparentemente ha exacerbado ciertas conductas y ello ha provocado que algunos especímenes salgan de sus zonas en busca de alimento o como señalan algunos especialistas, lo hagan naturalmente “en virtud del dominio territorial de los animales más jóvenes que obliga a los viejos a emigrar”.
Las autoridades del SINAC están aún procesando la información relativa a la población de cocodrilos en la vertiente del Pacífico Norte del país, estudio que se inició finalmente a mediados del año pasado (Foto Archivo)
Lineamientos nacionales e internacionales
Según lo expone Víctor Robledo, del grupo En Línea Directa, debido a las frecuentes interacciones negativas entre humanos y cocodrilos, en algunas naciones, asociaciones civiles y autoridades trabajan conjuntamente para establecer medidas con el objetivo de garantizar mayor seguridad a las familias que viven en el perímetro de lagunas y ríos y también de aquellas personas que dependen de la actividad al interior de estos cuerpos de agua.
Como parte de esos lineamientos resulta imprescindible efectuar diversos procedimientos entre los cuales destacan: un censo en los vasos lacustres, mayor señalización, divulgación y pláticas de orientación. Sin embargo, la medida de mayor relevancia es la de realizar un recuento del tamaño de la población existente en los distintos hábitat y reestructurar el manejo ambiental no solo para el resguardo temporal de dichos animales sino también para ejercer la debida supervisión sobre su reproducción.
Como muchas otras acciones urgentes en Costa Rica que desafortunadamente duran demasiado o se ejecutan tarde, desde 2014 en el Informe DFEO-AE-IF-09 la División de Fiscalización Operativa y Evaluativa de la Contraloría General de la República le había ordenado a la Dirección Ejecutiva del SINAC establecer e implementar un sistema de monitoreo para conocer el estado de las poblaciones vulnerables entre ellas el Cocodrylus acutus, acción que todavía en 2017 seguía pendiente.
En esos momentos, ello permitió al abogado Walter Brenes, socio director del bufete Energy Law Firm, representante del turista norteamericano atacado en Tamarindo, interponer una denuncia ante el Tribunal Procesal Contencioso Administrativo con el fin de obligar al Gobierno “a desarrollar un estudio científico para determinar si existe o no sobrepoblación de cocodrilos” aduciendo que “la falta de datos al respecto es muy grave, debido a que se pone en riesgo la vida de miles de personas que visitan los sitios en los que viven los animales, y además afecta de manera negativa el desarrollo del turismo”.
No fue sino cuatro años más tarde, en julio del año pasado, cuando el SINAC anunció el inicio de una iniciativa avalada por la Cámara de Turismo de Guanacaste, mediante la cual procurarían estimar la población de cocodrilos de los ríos de la vertiente del Pacífico Norte, lo cual según señalaron “permitirá contar con información acerca de la cantidad de cocodrilos en esos ríos, sus tallas, sexo e iniciar el monitoreo a largo plazo del desplazamiento de dichos animales”.
Durante la pandemia de Covid 19, especialmente a lo largo del año 2020, se incrementó considerablemente el avistamiento y presencia de cocodrilos en playas, ríos y otros sitios de atracción turística.
Aunque no hemos podido encontrar los datos conclusivos sobre el citado informe del SINAC pues el inventario de especímenes continúa, a raíz de la muerte del niño en Matina, el director actual del sistema, Rafael Gutiérrez, calificó de “muy lamentable” lo acaecido e hizo un llamado vehemente a “respetar la señalización y no exponerse a un ataque”. Explicó además que el cocodrilo es un animal “oportunista” y “sigiloso” que ataca de forma inesperada por lo que hay que estar atentos en todo momento cuando se acude a sitios donde se sabe que habitan.
Por su parte, la Universidad Nacional de Costa Rica (UNA) ha reiterado a la población que con los datos que se tienen, descartan que exista sobrepoblación aunque “son de alto potencial” los lugares que constituyen hábitat natural de estos animales; “aquellos que reúnen todas las condiciones para encontrar cocodrilos, corresponden a la zona interna del Tempisque, regiones específicas del Pacífico Central, la parte interna del Humedal Sierpe Térraba, de Sierpe Térraba, los humedales y algunas zonas continentales en el Caribe, y en la Zona Norte en Caño Negro, principalmente”.